El equilibrio es imposible

domingo, 26 de noviembre de 2017




Confía en mí, nunca has soñado poder gritar
y te enfureces, es horrible el miedo incontenible.

La calidez de la modestia chocando con su falsa hermana,
con el miedo mirándola a la cara,
bebiendo de cualquier cosa que salga de su boca.

El rostro del dolor, una vez más, se muestra
con una mueca retorcida y salvaje.
La herida caliente y abierta en la espalda,
la incredulidad en los ojos en los que no quisieron ver
y al final fueron forzados a apreciar la realidad.

Las últimas pinceladas a un retrato cruel,
con la angustia bombardeando en el pecho:
la vida nunca deja nada al azar.

Todos fuimos peones en tu juego
sin darte cuenta de que tú también eras uno de ellos.

Meses después sigues rumiando en mi cabeza,
ocupando un lugar que no deseo que sea tuyo,
deseando a cada minuto que de verdad desaparezcas,
que te vayas por donde volviste y olvides cada parte de lo que fui.

Que te evapores como lo haría una nube,
que la lluvia se lleve tu toxicidad lejos,
que no quede ni siquiera tu recuerdo.

Ya no queda nada que reprocharte,
ya se fue todo lo que te pude echar en cara.

Ahora sólo me queda una voz rota,
el yeso muerto de una máscara quebrada
y el amargor de la decepción más esperada de la historia.

Sólo te pido que cuando de verdad te marches,
cierres la puerta al salir,
coloques un candado y te tragues la llave.

Entonces, ven, dame un pedazo,
no te conozco cuando dices qué felices,
qué caras más tristes.

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