Quince horas y treinta y dos minutos.
Cuerpo sin identificar. Procedo al examen visual.
El cadáver presenta claros signos de arrepentimiento a lo
largo de las extremidades inferiores y superiores, así como en el tronco, pero
principalmente en sus ojos.
Tiene el pelo lleno de nudos de culpa; están fuertemente
atados y son imposibles de deshacer. Hay restos de pena tanto en sus mejillas
como en su boca, y de versos vomitados en las comisuras de los labios. He
recogido una muestra para su posterior análisis.
El cuello muestra una gran cantidad de marcas, y todas
tienen la forma de besos envenenados. La ponzoña de éstos se extendió por su
cuerpo, marcando un mapa que sólo sabe descifrar el autor de los mismos. He
tomado numerosas fotografías de la zona, ya que esta es la primera vez que veo
algo semejante realizando una autopsia.
En las manos he encontrado restos de melancolía mezclados
con rabia y un puñado de recuerdos amargos. En las piernas sólo quedan restos
de una noche que no debería haber pasado, así como de semen reseco.
Todo su cuerpo huele a hotel barato de las afueras de
Madrid, perdido en un polígono industrial lejos de ninguna parte; también a
decepción, a ilusiones rotas, a algo que supuestamente podría haber salido bien
y terminó en un sexo más que desagradable. Sus lagrimales están a punto de
reventar de la cantidad de lágrimas, sentimientos y tinta que tienen guardados.
Quiso llorar en el momento de su muerte emocional, pero no
pudo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario