Discurso del daño - Culpa.

domingo, 4 de diciembre de 2016


En un mundo donde todo caía cual castillo de naipes, pensé que eras mi única certeza entre tanta duda.

Un pequeño atisbo de calma en un mar de vaivenes arrítmicos pero constantes, una parábola exponencial que materializaba aquello que nos atrevimos a calificar como amor. La gota de agua que calma la sed del viajero que no sabe cómo volver a casa porque su hogar «no existe». 

Me hiciste creer en milagros cuando el ateísmo está grabado a base de ceniza y decepciones en mi espalda. Me hiciste creer que tú eras el milagro que esperaba desde hace tiempo.

Tembló mi cuerpo, mi vida. Mis estándares perfectamente diseñados al milímetro de cada una de mis manías, y mis promesas, apiladas copiosamente en estantes marchitos, resecos y resquebrajados. Mis ideales, presumiblemente inamovibles. Quebraste mis muros maestros porque prometiste paz y reconstrucción después de tanta guerra y daños colaterales que hacer propios. 

No te culpo de hacerme creer tus habladurías, ni tus susurros de trovador que embauca en busca de unas monedas, o de algo de cariño que llevarse a la boca. No te culpo de ser la mayor estafa que he padecido en años. No te culpo de ser el virus que me hizo enfermar tanto hasta llegar al deseo de morir –sin duda el descanso eterno me libraría de todo lo que he arrastrado después. 

No te culpo de que consiguieras engañarme: a los crédulos de corazón siempre es fácil colocarnos una venda sobre los ojos. Pude haberme dado cuenta cuando me retiraste mis manos frías y cansadas de la cara y me secaste unas lágrimas que se habían vuelto granito de tanto esperar. De tanto desear que alguien me limpiase. Pero con la vista empañada todo se confunde, y vi tu aura de supuesto milagro cuando en realidad era un hábito de maniquea reincidente.

No te culpo de todo, no te colocaré un yugo que no te pertenezca. No te haré mártir ni objeto de mi ira más visceral, excepto cuando la desgana y la desidia tomen el control y desee que te lleven encadenada al último círculo del Infierno. No te colocaré en otro pedestal ni desearé hundir todo lo que dejaste en tierra. No existe fosa abisal tan profunda como la que llevas por alma. 

No te culpo de nada, pero tampoco te perdono.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
FREE BLOGGER TEMPLATE BY DESIGNER BLOGS