03/09/2011 - 19/03/2012

sábado, 24 de diciembre de 2016




I.

Recordarte siempre será un castigo.

Recordar el momento exacto, la luz y las palabras de cuándo lo dejamos será penitencia, pero también el acto más grande de amor propio que he podido hacer nunca por mí.


II.

Soy fruto del dolor, carne del veneno. La personificación de aquellos que buscan lo tóxico para sobrevivir. Porque me golpeaste el alma tan fuerte que sigo sin poder recuperarme de aquello. Porque salí de tu nido de espinas y clavos desgarrándome las alas. Y aún rotas, pude salir de aquello, huir del pozo de podredumbre en el que me habías hundido.

Logré huir de todo lo que representabas.

Pero las secuelas todavía laten y palpitan con fuerza. Las cicatrices no se cierran del todo.


III.

Retomo hábitos, costumbres. Maneras que creía olvidadas pero que siguen presentes en mi subconsciente: brillan cuando menos las necesito.

Mi brújula está imantada y ya no confío en ella.

Me zafé de unas garras para abrazarme a otro peligro.

Que sepas nadar no te garantiza que un golpe de mar no te vaya a matar.


IV.

Intento explicarme por qué busco el daño de manera inconsciente. Por qué sigo pensando que enamorarse o querer a alguien es pasarse noches enteras despierta y llorando. Por qué me castigo diciendo que todo es culpa mía, que soy la mala. Por qué sigo torturándome con la toxicidad y los comportamientos abusivos.

Por qué no entiendo que querer es otra cosa, y no esto.

Por qué me siento vacía y fría desde aquel día, y desde que le puse nombre a todo aquello que hiciste.





Te escribo porque cinco años más tarde hay cosas que siguen ardiendo. Y no se apagan.

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