Sara
Herrera Peralta
He aprendido a vivir con muros de cemento
tapándome las raíces, con vigas de hierro oprimiéndome el pecho, con la sangre
de cadáveres que no son míos manchándome las hojas. Si hay algo que sé hacer
bien es cargarme con culpas que no son mías, con muertos que no son míos.
Los lirios me crecen en las comisuras de
los labios, marchitan al exhalar el aire de mi alrededor. ¿Qué soy ya? ¿Qué fui
para convertirme en esto?
Dejar de lado la vida que un día tuviste
y adaptarte a la verdad incómoda es un trago que no muchos quieren soportar.
Prefieren acunarse en la mentira, beber el viento envenenado y alimentarse del
barro de un pantano del que nunca saldrán. Los que se atreven a salir tendrán
siempre espinas en las manos, cicatrices abiertas que no cerrarán nunca, y
cuervos en sus hombros, que sólo pican la nuca, en busca de carne fresca.
Nadie quiere a una mujer que acuna las
semillas de los lirios, que duerme bajo los cipreses, que en sus grietas secas
no crece nada más que cardos y malas hierbas. Nadie querrá curar sus raíces, ni
trasplantarla a tierra nueva, húmeda de las ganas de vivir de otros.
Es el duelo el que me ancla a una tierra
yerma, sin oportunidad alguna, sin esperanza de poder salir, sin garantizarme
una mano amiga, o algo que corte mi tallo y me seque para siempre. La piedad no
existe para los vencidos, tan sólo la compasión.
La lluvia no quiere regalarme el soplo de
vida que tanto me falta. Las manos de los jardineros me ignoran y me maltratan
–su silencio otorga-. Ni siquiera los animales se acercan.
¿Qué hice para terminar así? ¿Qué me
hicieron?
«Dying
Is an art, like everything else.
I do it exceptionally well.»
Is an art, like everything else.
I do it exceptionally well.»
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