Sabes de los atardeceres en la ciudad en la que nunca se pone el sol, y sus calles te han bautizado como hija lejana que aspira a compartir a tiempo completo el embrujo y maldición de este rincón que empieza como tu nombre.
Sabes moverte como gata autóctona que se muda de tejado cada noche, buscando un lugar nuevo donde tus ojos puedan seguir brillando en un skyline sin luna, sin estrellas, y a veces, sin sol. Una ciudad sin cura ni remedio, que transmite paz y odio, abre heridas e inicia guerras sin armas y en las que nunca hay un vencedor. Pero la contienda siempre deja una lección: hay que seguir luchando, hay que seguir arañando, hay que seguir peleando.
Hay que seguir.
Una ciudad en la que aspiras a perder tu cordura una noche cualquiera cuando todos los bares de Malasaña han cerrado, en la que entrar en una librería es un buen motivo para buscar maneras de reescribir tu historia –o tacharla, romperla y borrarla para volver a empezar.
Tu alma de felina busca encontrarte un lugar en las Puertas del Infierno. En un amanecer en El Retiro, en una mirada en el parque de Las Siete Tetas, una palabra gritada de madrugada en Argüelles, una risa en La Latina. Pero no te preocupes, no pienses que no volverás; tu destino siempre ha estado en Madrid. Que lo que una vez se rompió en la capital podrá volver a unirse en ella. Que tus trozos rotos no son más que recuerdos de batallas que te hicieron más fuerte. No llores por un chulapo.
Que tu alma de gata negra de ojos azules sea más que bienvenida a la Tierra Casi Prometida, donde las ilusiones mueren, pero los sueños nacen.
Nunca he pisado Madrid, pero leyéndote he ido viajando por toda la ciudad llenándome las manos de esa sensación de vida felina, de libertad.
ResponderEliminarUn abrazo,
flor,
S.