Breves apuntes sobre el Vuelo

viernes, 26 de agosto de 2016

I.


Volar. 


Saberte libre, sin cadenas. Sonreír con la frente alta, esta vez de verdad. Esta es la buena.

Volar.

Saber llorar cuando vienen cosas buenas porque por fin llega algo que mereces. Que has buscado pero siempre te dieron gato por liebre, prometieron lo que no podían cumplir y en vez de retractarse, siguieron con la mentira.

Volar.

Abrir las alas y batir alto. Superar miedos y barreras. Poco a poco, pero derribar todo lo que te anclaba a los malos recuerdos.

Volar.

No mentir. Decir lo que ocurre, lo que sientes, expresarte con cada poro de tu cuerpo y sentir todo. Sentirte. Pesar veinte kilos menos, respirar mejor. La risa contagiosa y la sonrisa.

Volar.

Esta vez voy segura con el planeo. Aprovecho el impulso, que más que corriente de aire, ha sido un soplo. La carrera se ha hecho liviana, me pesa menos levantarme del suelo. No hay piedras que me hagan tropezar en el despegue. Esta vez he dejado de tener miedo. Esta vez soy yo volando alto. Y dejad que disfrute de la ascensión, que la caída todavía ni se menciona. 

II.

Tener todavía la sensación a sexo en la boca, en el cuerpo. Las agujetas, la sonrisa pícara al recordar, el dolor en los brazos después de estar en la cima del mundo.

Tener la sensación de que sigue ahí, de que no ha terminado. La permanencia de las sensaciones y el tacto ágil y astuto del que sabe cómo tocar, y dónde, y cuándo.

La existencia de luz tapó la vergüenza. No importa si es lo natural, si es tan natural como para considerarlo tabú todavía. Que los cuerpos hagan su magia, que la mente ya ha hecho su trabajo. Que los cuerpos se unan como encajan dos piezas de un puzzle. 

El silencio. Los gemidos y todo lo que traen consigo. El sudor, la satisfacción y la risa. Las miradas y el tacto de la vida. No hay pudor. No hay remordimientos. No hay miedo. No existe nada negro. 

Sólo las respiraciones que se recuperan. Sólo dos cuerpos que se juntaron para crear placer y éxtasis.


Todo lo demás es broma, o sueño.

3 comentarios:

  1. Me encanta, Meren, de verdad, me encanta.
    (escueta en palabras,
    pero no me sale decirte otra cosa)

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  2. No depende de los cuerpos, de esos amasijos de carne y de hueso, pues no hay nada más triste que el ruido de dos cuerpos haciendo el amor. Cuando se vuela así es porque no importan cuerpos ni ruidos, las alas estaban en nuestra forma de mirar, de sentir, de acariciar, siendo los mismos amasijos tristes y cansados destinados a la nada. Mientras tanto, hacemos como que volamos... y a veces, hasta volamos de verdad. Gracias por compartir

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  3. Has parado el tiempo al leerte. Has transmitido todo lo que solo las palabras bien disparadas aciertan.

    Un abrazo,
    que tonta de mí
    paso muy muy muy poco por aquí,
    S.

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